Once
- ¿Pero qué coño está pasando? – Preguntó inquieto MR, presidente del Partido Popular. - ¿Qué es todo eso que están diciendo en la radio?
Aunque la pregunta no iba dirigida a nadie sus ojos se clavaron en CCN, el miembro de la directiva más estrechamente vinculado a la ultraderecha española.
- No sé nada, M, te juro que no sé nada. Aunque tampoco tenemos que extrañarnos tanto, ten en cuenta…
- ¿Ten en cuenta? ¿Ten en cuenta qué? – Chilló MR pasando de la inquietud a la ira. - ¿No te das cuenta de que nos están dinamitando todo el trabajo, toda la estrategia? ¡Teníamos a los socialistas en la palma de la mano!
- Pero, tranquilo, todavía los tenemos…
- Que alguien se lleve de aquí a este cretino. ¿No lo entiendes? Dentro de media hora España entera estará comiendo delante del televisor, y verá una sede socialista en llamas, verá a unos vascos tiroteados por unos skins, verá a una manifestación de fanáticos tirando cócteles molotov a la policía. ¿Y qué crees que harán después de eso? ¿Ir a nuestras manifestaciones de la tarde? ¿O quedarse en casa acojonados y pegados a la tele?
En la sala apenas había media docena de personas, estando el grueso del equipo organizando las manifestaciones o incluso trasladándose a sus respectivas comunidades para aparecer oportunamente en la foto y hacer las declaraciones ya preparadas y memorizadas. MR le dio la espalada a su interlocutor y se sentó en una butaca de trabajo, intentando pensar qué podían hacer. No tenían control sobre lo que estaba ocurriendo, no sabían hasta dónde iba a llegar ni qué resultados podía traer, pero estaba claro que ninguna consecuencia sería buena para ellos.
En los últimos días los populares habían quemado hasta el último cartucho para sumergir a España en el peligroso juego del conmigo o contra mí, ganando con ventaja los esfuerzos del Gobierno por apaciguar los ánimos, pero si la opinión pública interpretaba ahora que toda esa violencia gratuita estaba en cierto modo a favor del PP, podía generarse una reacción contraria como la ocurrida tras el 11M.
- Deberíamos reconducir esto. Hay que darle la vuelta. No se trata de criticar a los ultras estos de Bilbao, sino de demostrar que la violencia de esta mañana no es más que una consecuencia de la violencia que el gobierno de Z ha tolerado día tras día. ¿Digo tolerado? ¡Ha incentivo con su dejadez y su política del perdón y la cobardía!
MR se dio la vuelta con la boca abierta y miró al joven que acababa de pronunciar el apasionado discursos. No era más que uno de los ayudantes que deambulaban por ahí, colaborando en lo que podían, ansiosos de escalar posiciones, pero había dado completamente en el clavo.
- ¡Acabas de convertirte en mi asistente de emergencia! – Le dijo al sorprendido e ilusionado joven- Llama a los de propaganda y haz que alguien espabile a los periodistas que todavía estén aquí, en diez minutos haré unas declaraciones para que lleguen a tiempo para las noticias. ¡Venga, rápido!
Pasados quince minutos terminaba de estudiar el discurso, breve, conciso y perfectamente coherente con la línea seguida hasta el momento, que le acababan de entregar. Una chica de imagen daba los últimos retoques a su peinado cuando el joven de la genial idea entró corriendo en la sala seguido del jefe de prensa y algunos miembros de la plana mayor.
- Z en persona está saliendo en la tele. Se ha adelantado a las noticias, pero como ningún canal tiene todavía imágenes de lo que ha ocurrido en Bilbao, sólo de la manifestación, todos le han pinchado en directo. Lleva unos segundos. – Y diciendo esto a la carrera, el jefe de prensa encendió de nuevo el gran televisor de la sala.
Z vestía de negro riguroso, las ojeras acentuadas, quien sabe si artificialmente por sus propios chicos de imagen, mostrando la fatiga de lo que debían haber sido unos días de duro trabajo tras el asesinato del Rey. Hablaba en su característico tono comedido, aunque con aprendida energía, la que parecía encontrar de no se sabe dónde siempre que le tocaba hablar del PP. Aunque el discurso estaba empezado, no era difícil cogerle el hilo:
“…la Biblia lo llamaba sembrar cizaña. Y ahora correrán a criticarlos, a desmarcarse de lo que ellos mismos han ayudado a provocar. Ahora abandonarán el fruto de su discurso, agresivo, inconsciente y desmedido, y se lavarán las manos, como si no fuera con ellos la cosa.” Aquí Z hizo una pausa teatral, como si pensara para sí mismo, y añadió con una media sonrisa “No, ahora que lo pienso, ¡nos acusarán a nosotros de lo que está ocurriendo! Como hacen siempre, con esa falta de argumentos tan característica de la oposición popular. Pero da igual. El gobierno de España les tenderá de nuevo la mano y les ofrecerá luchar juntos contra la violencia, contra TODA la violencia, y buscar el camino de la paz. No dejaremos que los asesinos, sean del color que sean, decidan por nosotros. Nosotros no tenemos amigos entre los violentos, esperemos que la oposición pueda decir lo mismo.”
Cuando el Presidente Z acabó su durísimo discurso estallaron las airadas protestas y los abucheos en la sede central del Partido Popular. MR se mesaba la barba, mientras con una mano arrugaba la hoja de papel con el discurso que tenía preparado. Habría que empezar de nuevo, habría que replantearse toda la jodida situación. Girándose e ignorando a sus compañeros, todavía escandalizados por las acusaciones del presidente socialista, hizo un gesto a algunos de sus colaboradores de mayor confianza y juntos se deslizaron discretamente a una esquina de la gran sala.
- ¿Y ahora qué? – Preguntó uno.
- Tenemos que decir algo. Si mantenemos la convocatoria pero la gente no sale a la calle nos saldrá el tiro por la culata y parecerá que nos hemos quedado solos.
- ¡No podemos desconvocar las manifestaciones! ¡La gente quiere protestar! ¡Quiere llorar a su Rey asesinado!
- ¡Exacto! – Apuntó uno. – Aparquemos el tema de la violencia, y reciclemos las manifestaciones de esta tarde en un lloro por la muerte del Rey. Sobre la marcha, y según como esté el ambiente, ya subiremos el tono y caragaremos contra el gobierno cuando estemos en la calle, o incluso después, pero ahora mismo, llamemos a los españoles a salir a la calle por su Rey.
- Es buena idea – Le secundó MR – Dejemos que sea el Gobierno quien se hunda en la mierda de la violencia y nosotros saldremos en la foto apesadumbrados, quizá hasta un poco cabreados, como se sienten todos los españoles. ¡Esta tarde seremos como cualquier español! – Y tras esas palabras todos se miraron sonrientes, creyendo haber encontrado la solución. Pero entonces el joven que había hecho la primera propuesta y que no se despegaba del presidente del partido, se atrevió a murmurar.
- Sólo esperemos que lo de Bilbao no vaya a más.
Aunque la pregunta no iba dirigida a nadie sus ojos se clavaron en CCN, el miembro de la directiva más estrechamente vinculado a la ultraderecha española.
- No sé nada, M, te juro que no sé nada. Aunque tampoco tenemos que extrañarnos tanto, ten en cuenta…
- ¿Ten en cuenta? ¿Ten en cuenta qué? – Chilló MR pasando de la inquietud a la ira. - ¿No te das cuenta de que nos están dinamitando todo el trabajo, toda la estrategia? ¡Teníamos a los socialistas en la palma de la mano!
- Pero, tranquilo, todavía los tenemos…
- Que alguien se lleve de aquí a este cretino. ¿No lo entiendes? Dentro de media hora España entera estará comiendo delante del televisor, y verá una sede socialista en llamas, verá a unos vascos tiroteados por unos skins, verá a una manifestación de fanáticos tirando cócteles molotov a la policía. ¿Y qué crees que harán después de eso? ¿Ir a nuestras manifestaciones de la tarde? ¿O quedarse en casa acojonados y pegados a la tele?
En la sala apenas había media docena de personas, estando el grueso del equipo organizando las manifestaciones o incluso trasladándose a sus respectivas comunidades para aparecer oportunamente en la foto y hacer las declaraciones ya preparadas y memorizadas. MR le dio la espalada a su interlocutor y se sentó en una butaca de trabajo, intentando pensar qué podían hacer. No tenían control sobre lo que estaba ocurriendo, no sabían hasta dónde iba a llegar ni qué resultados podía traer, pero estaba claro que ninguna consecuencia sería buena para ellos.
En los últimos días los populares habían quemado hasta el último cartucho para sumergir a España en el peligroso juego del conmigo o contra mí, ganando con ventaja los esfuerzos del Gobierno por apaciguar los ánimos, pero si la opinión pública interpretaba ahora que toda esa violencia gratuita estaba en cierto modo a favor del PP, podía generarse una reacción contraria como la ocurrida tras el 11M.
- Deberíamos reconducir esto. Hay que darle la vuelta. No se trata de criticar a los ultras estos de Bilbao, sino de demostrar que la violencia de esta mañana no es más que una consecuencia de la violencia que el gobierno de Z ha tolerado día tras día. ¿Digo tolerado? ¡Ha incentivo con su dejadez y su política del perdón y la cobardía!
MR se dio la vuelta con la boca abierta y miró al joven que acababa de pronunciar el apasionado discursos. No era más que uno de los ayudantes que deambulaban por ahí, colaborando en lo que podían, ansiosos de escalar posiciones, pero había dado completamente en el clavo.
- ¡Acabas de convertirte en mi asistente de emergencia! – Le dijo al sorprendido e ilusionado joven- Llama a los de propaganda y haz que alguien espabile a los periodistas que todavía estén aquí, en diez minutos haré unas declaraciones para que lleguen a tiempo para las noticias. ¡Venga, rápido!
Pasados quince minutos terminaba de estudiar el discurso, breve, conciso y perfectamente coherente con la línea seguida hasta el momento, que le acababan de entregar. Una chica de imagen daba los últimos retoques a su peinado cuando el joven de la genial idea entró corriendo en la sala seguido del jefe de prensa y algunos miembros de la plana mayor.
- Z en persona está saliendo en la tele. Se ha adelantado a las noticias, pero como ningún canal tiene todavía imágenes de lo que ha ocurrido en Bilbao, sólo de la manifestación, todos le han pinchado en directo. Lleva unos segundos. – Y diciendo esto a la carrera, el jefe de prensa encendió de nuevo el gran televisor de la sala.
Z vestía de negro riguroso, las ojeras acentuadas, quien sabe si artificialmente por sus propios chicos de imagen, mostrando la fatiga de lo que debían haber sido unos días de duro trabajo tras el asesinato del Rey. Hablaba en su característico tono comedido, aunque con aprendida energía, la que parecía encontrar de no se sabe dónde siempre que le tocaba hablar del PP. Aunque el discurso estaba empezado, no era difícil cogerle el hilo:
“…la Biblia lo llamaba sembrar cizaña. Y ahora correrán a criticarlos, a desmarcarse de lo que ellos mismos han ayudado a provocar. Ahora abandonarán el fruto de su discurso, agresivo, inconsciente y desmedido, y se lavarán las manos, como si no fuera con ellos la cosa.” Aquí Z hizo una pausa teatral, como si pensara para sí mismo, y añadió con una media sonrisa “No, ahora que lo pienso, ¡nos acusarán a nosotros de lo que está ocurriendo! Como hacen siempre, con esa falta de argumentos tan característica de la oposición popular. Pero da igual. El gobierno de España les tenderá de nuevo la mano y les ofrecerá luchar juntos contra la violencia, contra TODA la violencia, y buscar el camino de la paz. No dejaremos que los asesinos, sean del color que sean, decidan por nosotros. Nosotros no tenemos amigos entre los violentos, esperemos que la oposición pueda decir lo mismo.”
Cuando el Presidente Z acabó su durísimo discurso estallaron las airadas protestas y los abucheos en la sede central del Partido Popular. MR se mesaba la barba, mientras con una mano arrugaba la hoja de papel con el discurso que tenía preparado. Habría que empezar de nuevo, habría que replantearse toda la jodida situación. Girándose e ignorando a sus compañeros, todavía escandalizados por las acusaciones del presidente socialista, hizo un gesto a algunos de sus colaboradores de mayor confianza y juntos se deslizaron discretamente a una esquina de la gran sala.
- ¿Y ahora qué? – Preguntó uno.
- Tenemos que decir algo. Si mantenemos la convocatoria pero la gente no sale a la calle nos saldrá el tiro por la culata y parecerá que nos hemos quedado solos.
- ¡No podemos desconvocar las manifestaciones! ¡La gente quiere protestar! ¡Quiere llorar a su Rey asesinado!
- ¡Exacto! – Apuntó uno. – Aparquemos el tema de la violencia, y reciclemos las manifestaciones de esta tarde en un lloro por la muerte del Rey. Sobre la marcha, y según como esté el ambiente, ya subiremos el tono y caragaremos contra el gobierno cuando estemos en la calle, o incluso después, pero ahora mismo, llamemos a los españoles a salir a la calle por su Rey.
- Es buena idea – Le secundó MR – Dejemos que sea el Gobierno quien se hunda en la mierda de la violencia y nosotros saldremos en la foto apesadumbrados, quizá hasta un poco cabreados, como se sienten todos los españoles. ¡Esta tarde seremos como cualquier español! – Y tras esas palabras todos se miraron sonrientes, creyendo haber encontrado la solución. Pero entonces el joven que había hecho la primera propuesta y que no se despegaba del presidente del partido, se atrevió a murmurar.
- Sólo esperemos que lo de Bilbao no vaya a más.
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