6.10.06

Cuatro

- La clave de todo está en reaccionar rápido, más rápido que ellos. – Dijo AC apoyándose con ambas manos en la mesa de reuniones.

La asamblea extraordinaria en pleno llevaba más de tres horas discutiendo y planificando la estrategia a seguir a corto y medio plazo ante los últimos acontecimientos. En sus últimas declaraciones ante los medios, el Ministro de Interior había informado a los españoles de que todo indicaba que la autoría del atentado podía atribuirse a ETA, aunque todas las líneas de investigación estaban abiertas. Por otro lado, ningún comunicado de la banda terrorista había reivindicado aún el regicidio, y los portavoces habituales del movimiento de liberación vasco permanecían extrañamente mudos.

España estaba a punto de irse a dormir con el corazón encogido de dolor. El difunto rey Juan Carlos I había sido un personaje muy querido por todos, incluso los republicanos manifiestos confesaban su aprecio por un hombre educado, simpático y correcto, muy en su papel, siempre moderado y conciliador. La vida discreta de la familia real –en parte gracias al silencio tácito de los medios de comunicación ante cualquier desliz- había contribuido también a esa aprobación de la sociedad española, aunque sin duda el momento decisivo se había producido durante la valiente actuación del Rey la noche del golpe de estado de Antonio Tejero, cuando el monarca luchó por controlar las riendas de un ejército desbocado y lo puso de nuevo bajo el control de las instituciones democráticas. Su muerte a manos de unos terroristas suponía un golpe personal para muchos españoles, como si hubieran matado a un familiar lejano, a alguien querido y respetado. Además del dolor, en muchos hogares el odio se cocía a fuego lento, a medida que pasaban las horas frente a los televisores, viendo imágenes, escuchando declaraciones, señalando al culpable.

- El objetivo está claro, hay que conseguir echarle la culpa al gobierno. – Señaló un miembro de la mesa, repitiendo lo que ya se había dicho varias veces.
- ¡Y a los nacionalistas! – Apuntó otro.
- Todos habéis leído los manuales: un único objetivo en cada ataque.
- ¡Pero los nacionalistas no se pueden librar de ésta!
- Es sencillo. - Uno de los expertos en propaganda política tomó la palabra – Los nacionalistas serán el culpable natural. No hará falta apenas mencionarlos, porque todos lo sabrán. Nuestro discurso debe enfocarse contra el gobierno, y sólo hará falta añadir la consabida coletilla referente a sus socios para que todos sepan de lo que hablamos.
- Entonces estamos de acuerdo: el responsable último de la muerte del Rey es una política antiterrorista débil, más preocupada en pactar y rendir España a las exigencias de los asesinos que en imponer la paz con la razón y la fuerza del Estado.
- El gobierno se ha plegado a las exigencias de sus socios separatistas, y la primera factura ha llegado.
- Cuidado con el vocabulario, eso de separatistas que lo digan otros. – Señaló el experto en propaganda.
- Ésa es otra. – Señaló un ex ministro. – Tenemos que conseguir que los medios den cobertura a algunos extremistas, para que nos hagan el trabajo el sucio.
- Y de paso les enseñen los dientes a los españoles, para que se den cuenta de que nosotros no somos los malos. ¡O al menos no tanto! – Y todos rieron la gracia con ganas, deseosos de descargar algo de la tensión y el cansancio que empezaba a cargarles las espaldas y las neuronas.

Después de aquella reunión, la maquinaria siguió funcionando, más rápido aún si cabe. Se redactaron media docena de discursos para diferentes personas y actos, y se construyo el decálogo base, un listado de frases que en un momento u otro cualquier miembro del partido que hablara ante un micrófono debería pronunciar, a su modo por supuesto, pero siempre fiel a su significado y orientación. Ésa era una de las herramientas más efectivas del método propagandístico del PP, la repetición constante de una idea o consigna, de modo que el electorado la recibiera varias veces y de diferentes fuentes, asimilándola finalmente como una certeza, o al menos una sospecha. La muerte del rey les daría muchas oportunidades para hablar, muchos minutos antes las cámaras, y si golpeaban primero y fuerte, el gobierno no podría ni sabría reaccionar.

Pasada la medianoche todos volvieron a sus casas para descansar un poco y prepararse para la gran batalla del día siguiente. Todos los periódicos nacionales y regionales habían recibido ya el pertinente comunicado de prensa y el país amanecería con las declaraciones del presidente del PP, varios presidentes autonómicos y personajes afines al partido. Todos repitiendo el mismo mensaje: la culpa es del gobierno.

A la mañana siguiente, la primera reunión estaba convocada a las ocho de la mañana. En sus coches oficiales, todos leían con avidez los periódicos y escuchaban su emisora de radio favorita. Incomprensiblemente, algo había ido mal.

- ¿Alguien ha escuchado la COPE esta mañana? Empiezo a estar cansado de Federico, ¡cada día está peor!
- ¿Y el ABC? ¡Y la Razón!
- ¡Y tantos otros! ¡Se nos han saltado!
- A ver, a ver, calma. – Exigió MR. – Para algo tenemos un jefe de prensa: Joaquín, cuéntanos la situación.
- En resumen, nuestras declaraciones han quedado en segundo lugar en la gran mayoría de periódicos. A los socialistas no les ha ido mucho mejor. Los medios han optado por editorializar los contenidos. Han dicho lo que les ha venido en gana, vamos.
- ¿Y es?
- Los socialistas se han centrado en el dolor y la indignación, y por supuesto docenas de páginas contando la historia del rey y preparando a la población para la sucesión. Los nuestros han dado un paso más y han entrado de pleno en las acusaciones.
- ¿Al gobierno?
- Al gobierno, por supuesto, pero sobre todo a los nacionalistas, a todos.
- ¿Cómo a todos?
- Sí, no sé si es coincidencia o si lo han hablado antes, pero hay una línea coincidente en señalar al nacionalismo como culpable último, por colaboracionismo, por su silencio, o peor.
- Bueno, eso no es malo, ¿no? – Preguntó uno de los más jóvenes de la reunión.
- Es peligroso. Ésa baza siempre es peligrosa. Presionar demasiado a los nacionalistas siempre les ha dado más votos, más poder. ¿Por qué ese posicionamiento, Joaquín?
- No lo sé, esta mañana he intentado sondear a mis contactos, pero no les he sacado nada.
- ¿Y Losantos? ¿Le habéis escuchado? – Insistió el primero. – ¡Pero si casi estaba llamando a la guerra santa!
- ¿Qué quieres decir?
- Joder, decía que había que pararle los pies al terrorismo, que a donde no llegara o no se atreviera el gobierno deberían ir los propios ciudadanos, los defensores de España… ¡Estaba más rabioso que nunca!
- ¿Y las tertulias de la mañana? ¿Cómo van?

En ese mismo momento entró en la habitación uno de los miembros del equipo de prensa y susurró unas palabras al oído de Joaquín Molleda. Este abrió los ojos de par en par y pidió silencio mientras se levantaba y sintonizaba en el gran televisor que ocupaba un lateral de la sala las noticias de CNN+. En la pantalla, la locutora habitual hablaba junto a una imagen de la Catedral de la Almudena, donde se empezaba a preparar la capilla ardiente para el rey.

“Nos llegan noticias de última hora. Fruto de las investigaciones realizadas por un equipo de la Cadena Ser en Bilbao, se ha sabido que un movimiento de ultraderecha está organizando una gran concentración en esta ciudad vasca con asistentes venidos de toda España. Pese a que la organización se niega a hacer declaraciones, la convocatoria se está realizando mediante correos electrónicos, mensajes en los móviles y otros métodos similares, y el tono claramente amenazante de esa convocatoria hace temer el estallido de la violencia.”

A continuación el informativo emitió las declaraciones de unos individuos descritos como skinheads en las que se hablaba de cacería, de acuchillamientos, y se mencionaba la terrible noche de los cristales rotos como referente. Después se entrevistaba al portavoz de la Ertzaintza que sin decirlo dejaba claro que no sabían nada del tema y que no habían decidido si tomarlo a broma o preparar a todos sus efectivos para una jornada de violencia sin igual.

- ¿Alguien sabía algo de esto? – Preguntó MR. Nadie contestó. - Enteraros. Averiguad quién lo está montando, qué quieren hacer y hasta que punto nos conviene o podemos usarlo. No quiero que se nos vaya nada de las manos, ¿de acuerdo?

Un par de personas, las más vinculadas con el movimiento de ultraderecha, se levantaron y salieron de la habitación con los móviles pegados a la oreja. Iban a apagar la televisión cuando la viceministra primera del gobierno apareció en pantalla e hizo su declaración, exigiendo a todos los provocadores habituales que actuaran con prudencia y sentido de la responsabilidad, en lugar de ser instigadores del odio y la crispación. Sin decirlo, estaba responsabilizando al PP de aquella convocatoria y de lo que pudiera ocurrir en ella. Un punto para el gobierno, empatados con la oposición.

- El cabrón de Polanco les ha avisado primero para que tuvieran la declaración a punto.